Con el auge de los medios sociales, y el interés de muchas empresas por alcanzar a estas audiencias, se ha vuelto una practica común la utilización de los llamados “influenciadores”. Estos pueden ser personalidades de los medios tradicionales, las nuevas estrellas del ciberespacio e incluso cuentas sociales anónimas que han captado un gran número de seguidores en las redes más populares.

 

Una encuesta realizada por la empresa GroupHigh entre 5.000 influenciadores en los Estados Unidos (y publicada por WARC), encontró que casi un 85% de ellos recibió pagos monetarios por publicar contenidos de la marca. Un 11% no aceptó contraprestación y un 4% recibió a cambio productos de la empresa. La mayoría (70%) declaró preferir compensaciones monetarias establecidas sobre la base del número de publicaciones, mientras 11% se inclina por los productos.

 

Sin entrar a analizar la efectividad y riesgos de esta práctica (hay casos buenos y malos), tarea que abordaremos en otro artículo, considero que las empresas deben estimular a sus colaboradores para que participen de la conversación. A fin de cuentas, son ellos quienes poseen las condiciones para convertirse en los mejores influenciadores.

 

Muchas empresas cuentan con una amplia base de colaboradores que utilizan los medios sociales. Pero más allá del atractivo que ofrece este alcance potencial (alcance=número de colaboradores multiplicado por sus seguidores y restando las duplicidades), la principal ventaja de involucrarlos radica en que ellos son los que mejor conocen el producto para recomendarlo e incluso responder preguntas de los clientes actuales o potenciales. Adicionalmente, podrían estar más motivados que cualquiera por ayudar a los clientes en su viaje.

 

Esta oportunidad se pierde cuando los colaboradores no reciben lineamientos claros o estímulos de parte de la empresa para tomar una posición más activa en los medios sociales. Por el contrario, muchas empresas “regulan” el uso de internet y limitan muchas de estas actividades por considerarlas improductivas, a pesar de que sus colaboradores las siguen realizando a sus espaldas con sus dispositivos móviles.

 

Conclusión: Los nuevos consumidores quieren que los apoyen en su proceso de decisión de compra (y los colaboradores desean participar). Involucrar a los colaboradores en los medios sociales es una práctica favorable que requiere formular una estrategia y desarrollar lineamientos claros.

 

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