De la misma forma en que Hamlet en la obra de William Shakespeare formula la frase “Ser o no ser”, meditando sobre la vida y la muerte, y llega a la conclusión que dormir o morir no resuelve el dilema; los inversionistas enfrentan su dilema en el mercado: “invertir o no invertir”.

Se invierte por necesidad, porque se requiere para generar valor por el cual los clientes estén dispuestos a pagar más. La mayoría de las empresas saben que cuando todos invierten el resultado es una elevada rivalidad de la competencia, que incomoda. Sí, la competencia es incómoda porque obliga a vender a precios de mercado y eso espanta las ganancias extraordinarias (y en algunas ocasiones a las ordinarias también). Además, mantiene a la gerencia ocupada en “sobrevivir en el mercado”. Es cierto que el gran ganador es el consumidor que recibe lo mejor que su dinero puede pagar. También las empresas, aunque no lo sepan, ganan en este “escenario darwiniano” porque si sobreviven se fortalecen.

Con suerte algunos competidores no invertirán en la misma magnitud o con la misma efectividad, lo que implica la generación de una brecha competitiva que favorece: “se gana mercado a costa de aquellos que prefirieron no invertir”. Si por el contrario no invertimos, corremos el riesgo de que sean los otros quienes ganen parte de nuestra porción de mercado. En estos dos escenarios hay un ganador y un perdedor.

Finalmente en algunos mercados donde la economía no crece o las expectativas son negativas, algunas compañías caen en la tentación de creer que “nadie invertirá” y por ende no ocurrirá esa pérdida de espacios. Sin embargo, este cuarto escenario al que denomino: “el cuadrante chino”, también es un escenario de perdida de espacios. Aunque los competidores locales no inviertan, siempre habrá algún entrante que esté dispuesto a ocupar esos espacios. Puede Ud. denominarlo chino, ruso, brasileño o cual sea la nacionalidad de esos inversionistas extranjeros ávidos de ocupar espacios.

El análisis de los cuatro escenarios anteriores nos lleva a una conclusión: “no invertir es una mala idea si queremos permanecer en el mercado”. No invertir es equivalente al dormir o morir de Hamlet y de la misma manera, no resuelve el dilema.

 

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